domingo, 11 de diciembre de 2011

¿Dónde está el que dirigió "Tiburón"?


En esta vida cada uno es libre de hacer lo que quiera, y aunque en esto hay matices, existen personas que en su vida laboral son más libres que otras. Por ejemplo de libertad absoluta: Steven Spielberg.
Hace meses declaró que ahora mismo le apetece hacer películas para niños… y es lo que hace. La lamentable continuación de Indiana Jones fue un duro mazazo para todos los seguidores de esta saga. Y es que uno no se explica como alguien que viene de dirigir “La guerra de los mundos” y “Munich” se meta en tal agujero sin fondo, en un despropósito ideado por George Lucas, ese hombre de dos películas (“American Graffiti” y  “La guerra de las galaxias” –“THX 1138” no he tenido la oportunidad de verla-) y una carrera plagada de sucedáneos las galaxias, que en los últimos años no ha crecido intelectualmente, véase “La amenaza fantasma”.
En la trayectoria de Spielberg se ve una evolución, digamos “de niño a hombre”: de “Encuentros en la tercera fase” a “El color púrpura” cayendo en “Hook (El capitán Garfio)” para levantarse en “La lista de Schindler”, y madurando más tarde. Dejando películas de evasión por el camino como “La Terminal” pero… ¿Recayendo en ese aburrido y desconocido Indiana?
Ahora estrena “su” Tintín, que sin haberla visto, y sin ganas de hacerlo, parece ser que vuelve a su cine de evasión, palomitas y refresco.
Tiene pendiente de estreno “War Horse (Caballo de batalla)” que tiene toda la pinta de ser más de lo mismo, dirigida al público pequeño. En 2012 viene “Lincoln” y la pregunta es fácil ¿de qué Spielberg se tratará? Esperemos que sea ese de “Inteligencia artificial” donde la importancia de la dramatización de la historia y sus personajes se imponía a la supremacía del dinero fácil.




martes, 26 de julio de 2011

Ángeles caídos



Wong Kar-Wai dirigió en 1995 “Duo luo tian shi (Ángeles caídos)”. Para mí una excelente película, en la que el director actúa como los mejores artesanos: una historia sobre gente marginal, asesinos y los chicos malos de la ciudad, que contado así creo que a nadie le apetecería verla, pero esta premisa le sirve a Wong para hablarnos de lo que realmente nos interesa a todos: nosotros mismos. Nuestros miedos ante lo desconocido, la desidia de una vida rutinaria, el no entendimiento con los demás, el aislamiento impuesto en esta sociedad en la que o todos andamos por la misma acera y al que se desvía pues simplemente se le ignora, del amor no declarado por los miedos internos, etc.

Los actores están magníficos, y la puesta visual es inmejorable, con las luces y sombras en la que se nos muestra la parte marginal de esa ciudad en la que todos vivimos, pero preferimos ignorar.




"Consulta el ojo de tu enemigo, porque es el primero que ve tus defectos".

Antístenes




jueves, 14 de abril de 2011

Un mundo sin fin



Acabo de terminar “Un mundo sin fin” de Ken Follett, como ya sabrán, la segunda parte de “Los pilares de la tierra”.

Al principio la historia me gustaba, Follett sabe como nadie dejarte intrigado al término de cada capítulo, un truco para que el lector quiera seguir devorando página tras página. Pero según iba leyendo, sabiendo más de la historia, me irritaba el descubrimiento del auto-plagio del autor, ya que algunas situaciones o vidas de determinados personajes están sacados de Los pilares, algo que va convirtiendo la lectura en algo ya leído, cosa bastante penosa por parte de la vaguería del autor, que podría haber cambiado el transcurso de los acontecimientos. También apuntar que no las personas pasan su genialidad a su descendencia, no digo que no pase nunca, pero me parece un poco infantil pensar que si una persona sabe hacer algo muy bien, sólo por ello su hijo lo hará igual, por esta regla de tres que nos muestra el autor, los sucesores de Velázquez pintarían igual de bien que él, o alguien con el apellido Copérnico trabajaría en la NASA, etc. Y con todo lo señalado, el autor remata la faena siendo él mismo el que muestra una fatiga crónica, al dar unas pinceladas nerviosas e improvisadas a la última parte de la obra, dando la sensación que quiere acabar cuanto antes, y deja que los personajes resuelvan los acontecimientos lo más deprisa que puedan, ya no reflexionan tanto sobre las cosas y todo transcurre a la velocidad del rayo, ¿acaso de ahí el título, el autor no veía el día para ponerle fin?

Para mi parecer, un suspenso para el señor Follett.





Nunca comas en un lugar llamado Mamá. Nunca juegues cartas con un hombre que se parezca a un perro... y nunca te acuestes con una mujer que haya tenido más problemas que tú.


William Faulkner





sábado, 9 de abril de 2011

Adiós a Sidney Lumet




Sidney Lumet, el realizador de filmes como Doce hombres sin piedad, Sérpico, Tarde de perros o Network. Un mundo implacable, ha fallecido hoy a los 86 años en su domicilio de Manhattan a causa de una leucemia, informaron fuentes familiares al diario The New York Times. Lumet, que permaneció en activo durante casi 60 años, fue un implacable retratista de la sociedad estadounidense.


Sus películas, de factura clásica, eran muchas veces oscuras y siempre mostraban los recovecos menos amables de Estados Unidos. Nacido en Filadelfia, aunque pasó la mayor parte de su vida en Nueva York, una ciudad profundamente ligada a su cine, Lumet es autor de cerca de 40 películas (y de más de 70 títulos si se incluyen también sus trabajos para televisión). Recibió un Oscar honorífico por el conjunto de su obra en 2005: hicieron falta cincuenta años de cine para que Hollywood reconociese el trabajo de un director que había rodado muchas escenas que formaban parte de la memoria colectiva. Pero nunca se mudó a California, ni fue complaciente con la industria ni quiso adaptar su discurso a las modas. Como buen artesano, hizo mucho cine alimenticio pero siempre con un sello personal.


Fuente: Guillermo Altares (El Pais)

miércoles, 16 de marzo de 2011

Blow-Up




Película de M. Antonioni de 1966, basada en un relato de Julio Cortázar (“Las babas del diablo”). Fue un acontecimiento en su día, llegando a ganar la Palma de Oro en Cannes.

Llevaba tiempo deseando verla, y uno de los motivos, además de saber que marcó época, es que me pasé años viendo un afiche gigante en un pasillo del cine en donde trabajé, que con sólo verlo, te atrapaba con su alo de grandeza. Pero a veces en esta complicada existencia, los sueños (o mini-sueño, en este caso) cuando los consigues te dan un bofetón, y en este caso fue así.

La película tiene como hilo central unas fotos que hace el personaje principal (David Hemmings) en un parque a una pareja (no digo más para no desvelar nada por si ustedes no la han visto). Y dicha historia de las fotos sólo da para un cortometraje (que dicho sea de paso, sería un gran corto), lo demás, las desventuras por las que pasa el protagonista sólo son para rellenar hasta llegar al metraje adecuado para que la gente pague la entrada. Apuntar que la reacción mostrada en el hallazgo de las fotos me parece bastante irreal, y cuando se cuenta una historia como si le pudiera pasar a cualquiera, lo irreal no tiene cabida, porque aunque existan los extraterrestres, E.T. no nos va a hacer volar con nuestras bicis.

Otro de los escollos es que el fotógrafo es un tipo antipático, que trata a la gente con desprecio o indiferencia (véase la sesión fotográfica con las modelos, o que ni siquiera mira a sus ayudantes, o ni les contesta, cuando se dirigen a él), y esto entraña un gran peligro en cualquier historia, hay que saber conducir bien el barco cuando el capitán es un cretino, y es ahí que como espectador, me importa bien poco que dicho tipo hunda la embarcación, cuando su navegación-trayecto ha sido harto aburrido.

Al terminar de verla reflexioné del éxito en su estreno, y creo que fue la naturalidad (a veces demasiado contemplativa) con la que muestra el sexo o la gente tomando drogas.

Pero por supuesto, para gusto los colores, si a ustedes les ha gustado, me alegro.

domingo, 23 de enero de 2011

FARGO


El contrapunto de cómo vivir diferentes vidas, caminos que hacen los personajes andando unos de forma segura, pausada, reflexionando en cada momento, dejando que pasen los acontecimientos para luego actuar ante ellos de la mejor forma; y otros caminan a saltos mal dados, caen sucesivamente en el fango, pero cuando se levantan siguen dando saltos, con la mayor fuerza posible, sin mirar donde caerán, intentar coger los atajos para llegar antes que los demás, pero se pierden irremediablemente, y no en el camino, porque ya estaban perdidos al empezar a andar.

William H. Macy tiene un papel espectacular, su personaje, casado con la hija de un rico (aunque no lo muestra la película, pienso que dicha boda fue más por el dinero de ella que por un verdadero sentimiento de atracción de ambos), hace lo posible por subir los peldaños lo más deprisa posible: contrata a unos tipos para que secuestren a su mujer, pedir un rescate y sacar tajada de él. En su trabajo hace todos los trapicheos posibles para conseguir dinero fácilmente.

Para su suegro es un cero a la izquierda, y siendo este rico, se ve su frustración al ser un simple comercial; se nota esa tristeza acumulada a lo largo de los años, producida por el querer ser mejor (en el sentido materialista, claro), por el intento de tener un coche más grande, o una cuenta bancaria más holgada.

Lo más importante son esos actos desesperados, pobremente pensados, llegando el personaje a mezclarse con gente de los bajos fondos (el mecánico de la empresa, en libertad condicional, los secuestradores, que son lo más patéticos), entrando así en una espiral de no retorno, dejando de manejar su propia vida, para que los actos de los demás decidan el camino, para acabar en lo más profundo del agujero.

El personaje de Frances McDormand es todo lo contrario. Su vida parece a priori aburrida, ella una simple señora que no se entera de nada. Pero de forma grata, vive la vida que quiere, tomando las decisiones oportunas para que siga así, y en su trabajo es la más lista, por ello es la jefa.

Lo mejor de la historia son sus personajes, y como cada uno de ellos vive su vida. Es un collage de personas vivas, ya que, aunque no todos los que salen, si que cualquiera puede reconocer a alguien de su entorno reflejado en dichas actitudes.