
Cuando me informé algo sobre “Encuentros en el fin del mundo”, un documental rodado en la Antártida, me imaginaba ver pingüinos, focas, hielo y más hielo, pero no a gente extraordinaria.
No es una obra maestra, pero si es una película que no te deja indiferente, cuando terminé de verla no tuve la sensación de haber perdido el tiempo. Básicamente porque en pequeños momentos (pero de gran valor, ahí está el corazón de esta película, el cual falta a muchas aunque lleven un guión escrito y meditado durante años) nos habla del ser humano, de su relación con la vida. De pasados llenos de momentos inolvidables, para bien o para mal, pero imborrables a fuego vivo, de esos que cuando se cuentan los oyentes no pueden nada más que quedarse con la boca abierta. Gente singular y única que con sólo una persona te da para un par de películas.
La que más me sorprendió fue esa mujer que atravesó África en un camión de basura, la persiguieron una manada de elefantes, se quedó atrapada en el desierto casi sin agua... O esos vulcanólogos que bajaron por el cráter del volcán Erebus.
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