
Acabo de terminar “Un mundo sin fin” de Ken Follett, como ya sabrán, la segunda parte de “Los pilares de la tierra”.
Al principio la historia me gustaba, Follett sabe como nadie dejarte intrigado al término de cada capítulo, un truco para que el lector quiera seguir devorando página tras página. Pero según iba leyendo, sabiendo más de la historia, me irritaba el descubrimiento del auto-plagio del autor, ya que algunas situaciones o vidas de determinados personajes están sacados de Los pilares, algo que va convirtiendo la lectura en algo ya leído, cosa bastante penosa por parte de la vaguería del autor, que podría haber cambiado el transcurso de los acontecimientos. También apuntar que no las personas pasan su genialidad a su descendencia, no digo que no pase nunca, pero me parece un poco infantil pensar que si una persona sabe hacer algo muy bien, sólo por ello su hijo lo hará igual, por esta regla de tres que nos muestra el autor, los sucesores de Velázquez pintarían igual de bien que él, o alguien con el apellido Copérnico trabajaría en la NASA, etc. Y con todo lo señalado, el autor remata la faena siendo él mismo el que muestra una fatiga crónica, al dar unas pinceladas nerviosas e improvisadas a la última parte de la obra, dando la sensación que quiere acabar cuanto antes, y deja que los personajes resuelvan los acontecimientos lo más deprisa que puedan, ya no reflexionan tanto sobre las cosas y todo transcurre a la velocidad del rayo, ¿acaso de ahí el título, el autor no veía el día para ponerle fin?
Para mi parecer, un suspenso para el señor Follett.
Nunca comas en un lugar llamado Mamá. Nunca juegues cartas con un hombre que se parezca a un perro... y nunca te acuestes con una mujer que haya tenido más problemas que tú.
William Faulkner
